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He salido temprano camino
de Narrillos de San Leonardo, un pueblecito castellano- leonés donde he quedado con unos amigos. Pasan el fin de semana en Casa Mónica, uno de los alojamientos que les había recomendado cuando me dijeron que querían conocer la muralla medieval de Ávila. Entre las casas rurales de la zona, esta se encuentra a cinco minutos de la ciudad y dispone de un patio trasero en el que sus hijos pueden jugar al aire libre mientras ellos descansan.
Cuando llego, una de las guías turísticas de Casa Mónica les está proporcionando información sobre la muralla defensiva que rodea el casco antiguo -ambos declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO-, mientras los niños acaban un desayuno completo. Aunque he crecido a la sombra de sus bloques de granito, me sorprende escuchar que la muralla tiene una longitud de más de 2500 metros, de los que pueden recorrerse cerca de 1400. Para acceder al adarve y comenzar la visita, conduzco a mis amigos hasta la
Puerta de Alcalá, una de las nueve puertas con las que cuenta la construcción y, también, mi favorita en razón de un elemento arquitectónico que la distingue: el puente que une sus dos torreones circulares. Arriba la vista es magnífica, la sierra de Ávila y el valle del Amblés lucen en todo su esplendor bajo un sol que también se refleja en las piedras de sillería de las murallas, de modo que estas parecen extender su claridad sobre el paisaje que las rodea.
A la hora de comer, nos decidimos, naturalmente, por una judías del barco -un primer plato con denominación de origen- y un chuletón de Ávila.
Reconfortados, continuamos con la visita y nos acercamos hasta la catedral, cuyo ábside, que en Ávila llamamos cimorrio, forma parte de la muralla (de hecho, se considera la parte más resistente de la fortificación). Antes de regresar a la casa rural, aún disponemos de tiempo para ver algunos de los palacios que se alzan junto a las puertas de la muralla y que fueron construidos para atender a su defensa. Mientras nos desplazamos por el casco antiguo, aprovecho para comprarles a mis amigos unas yemas de Ávila, los dulces típicos de mi ciudad. Como me han invitado al día siguiente a una barbacoa en el jardín trasero, me alojaré con ellos esta noche. Casa Mónica está situada en lo alto de una colina, de modo que nos es posible contemplar, durante toda la velada, las murallas iluminadas de Ávila contra el cielo nocturno.